Las vacaciones son la temporada más propicia para los excesos de todo tipo, por parte de la población juvenil que sin medir las consecuencias aprovecha los días de asueto para el desenfreno de todo tipo; ante este panorama es necesario que los padres de familia estén alertas y reforzar la comunicación con sus hijos, previniendo prácticas de riesgo que van desde el consumo de alcohol combinado con el volante, relaciones sexuales sin protección, convivencia con desconocidos, etc.
Al exponer lo anterior, la maestra Gabriela Solís Segovia, Coordinadora del Centro de Desarrollo Integral del Estudiante (CDIES) menciona que la juventud es la población que tiene más alto riesgo en la temporada vacacional ya que no solo están expuestos al peligro de accidentes, sino a prácticas de riesgo que puede tener consecuencias permanentes, ubicándose entre estas desde enfermedades de trasmisión sexual hasta embarazos no deseados.
Solís Segovia sustenta que ser joven en estos tiempos implica un doble compromiso, igual pasa con los padres, porque la vida de desatrampe que parece caracterizar a los tiempos actuales mantiene a la juventud en el filo de la navaja, poniendo en riesgo su integridad física y emocional.
Da como ejemplo el llamado playazo, que es solo una muestra de que los jóvenes han pasado de la libertad al libertinaje en lo que al ejercicio de la sexualidad se refiere, así como a la ingesta de bebidas embriagantes e incluso el consumo de otras drogas.
“Hay temporadas de riesgo, siendo las vacaciones la principal de ellas, basta ver cualquier playa y lugar de recreo para ver que la juventud anda desatada, queriendo comerse al mundo, buscando nuevas experiencias, vivencias; si somos realistas ese no es el problema, pues históricamente la juventud está asociada a esta búsqueda, sin embargo la línea entre la libertad y el libertinaje es muy delgada y en muchísimos casos de plano no existe, pues una vez que se entra en la euforia vacacional , las emociones se desatan, se cae casi por inercia en acciones y prácticas de riesgo, como puede ser la ingesta desmedida de alcohol, de droga, de relaciones sexuales desprotegidas”.
Y es de lógica que esto trae detonantes permanentes:
-No solo estamos hablando de enfermedades de trasmisión sexual, incluyendo el VIH-SIDA, embarazos no deseados concebidos e un rato de placer y desenfreno, sino también de futuros truncados, de relaciones conflictivas, de conflictos emocionales.
Afirma que hay una característica en las prácticas sexuales de la juventud y esta pareciera ser la irresponsabilidad, pues hay muchas parejas llegan a ella sin siquiera saber manejar un método de anticoncepción, lo que degenera en embarazos tempranos y todas las consecuencias que un evento de esta naturaleza trae en la vida de cualquiera.
-Como padres a veces, como luego dicen nos ponemos una venda en los ojos, llegamos a no reconocer que nuestros hijos están en edad, que tienen inquietudes, incluso otras prácticas, que están en la necesidad constante de tener otras vivencias muy diferentes a las que nosotros buscamos en su momento, o que en casa concebimos como normales, llegamos al grado de negar y negarnos el desarrollo de la sexualidad de nuestros hijos y aquí empieza el gran problema.
Concluye exhortando a los padres de familia a tener comunicación con sus hijos y darles la información que necesita para su protección, asimismo a los jóvenes el llamado sería:
“Nada con exceso, todo con medida porque un momento de placer sin responsabilidad, nos puede costar toda la vida”.
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